Anteriormente, vimos las circunstancias históricas que se estaban dando en Barcelona a finales del siglo XIX y que, según nuestro criterio, determinaron el Nacimiento de la Sagrada Familia.
En esta ocasión hablaremos de un suceso dentro de la biografía de la Sagrada Familia que, no se suele nombrar mucho, pero terminó condicionando que por casi 3 décadas el trabajo en la iglesia fuera prácticamente nulo.
La idea es construir un relato cronológico en torno a los factores sociales y políticos que desencadenaron uno de los periodos más fatídicos, no solo para la Sagrada Familia, sino también para la sociedad española, estamos hablando, de la Guerra Civil.
Anteriormente, establecimos cómo Barcelona fue una de las primeras ciudades en industrializarse. Vimos también que con la industria llegaba también una serie de repercusiones sociales que la ciudad tuvo que afrontar. Justamente por estos dos motivos, pues no es ninguna sorpresa, ver que Barcelona se pone nuevamente a la vanguardia, y se convierte en la primera ciudad con un movimiento obrero organizado. De hecho, el primer Congreso Obrero de España se celebra, en 1970, justamente en Barcelona.
Primer congreso Obrero de España
En este congreso, los obreros se ponen en contacto por primera vez con los círculos de intelectuales y políticos europeos que empezaban a teorizar sobre las consecuencias que estaba trayendo la era industrializada. Y es que, bueno, hay que tener en cuenta que, en esta época, 1870, todavía estaban vivos Marx y Bakunin, y que entorno a sus personalidades y a sus asociaciones se estaban generando muchos debates sobre los caminos por los que debía transitar el naciente internacionalismo obrero.
Es justamente en esta época cuando se empieza a construir este relato que describía a la sociedad dentro de un sistema de dominio capitalista, el cual era culpable de la miseria en la que estaba sumida la población.
los primeros teóricos del movimiento obrero estaban de acuerdo que la lucha se debía centrar en la abolición de ese sistema de dominio capitalista. Por lo que la diferencia radicaba más en la manera en la que se iba a lograr este objetivo.
Una de las doctrinas más importantes fue, la marxista, que pensaba que lo más importante era centralizar todos los medios de producción en manos del proletariado y, de esta manera, lograr arrancar poco a poco el capital a la burguesía. Creían entonces que era necesario la formación de partidos políticos donde los obreros eran los encargados de orquestar todos estos cambios, desde adentro, conquistando primero el poder político estatal, para luego, instaurar una sociedad sin clases y sin propiedad privada.
Pero también teníamos a los anarquistas, alineados principalmente a las doctrinas de Bakunin. Los cuales eran contrarios a la creación de los partidos obreros de los que hablaba Marx. Proponían, en cambio, una sociedad fundamentada en el autogobierno. Pensaban que la organización de la sociedad y la propiedad se tenía que hacer de abajo hacia arriba, negando así cualquier forma de autoridad o poder estatal, ojo, incluso la de los obreros.
Y bueno, ¿por qué estamos hablando de todo esto? Porque estas doctrinas son como las más conocidas ¿no? incluso hoy en día siguen teniendo mucha repercusión. Pues resulta que en este Primer Congreso Obrero también estuvo presente una tercera corriente, que no es la más famosa pero que tuvo muchos defensores en Barcelona y, con la cual Gaudí estuvo, por cierto, muy involucrado: estamos hablando del Movimiento Cooperativista.
Los Cooperativistas eran los que tenían un discurso mucho más moderado. Ellos pensaban que el problema estaba en el sistema de producción, por lo que centraban sus esfuerzos, en atacar la competencia desmedida y el espíritu de lucro inherente del sistema capitalista. Por lo que estaban en contra de la lucha de clases, huelgas etc. Para simplificar, proponían un sistema de producción basado en la colaboración. Algo así como – fábricas dirigidas por y para los obreros.
Sabemos que cuando Gaudí llega a la ciudad de Barcelona se pone en contacto con un paisano suyo, Salvador Pagès, el líder más destacado de esta tercera corriente y el promotor de la famosa Cooperativa Obrera de Mataró, que se convertiría en la primera fábrica propiedad de sus obreros de la península Ibérica.
Posiblemente, fue gracias a esta amistad, que Gaudí terminó siendo una persona muy comprometida con los problemas que estaba afrontando las clases trabajadoras. Gaudí colaboró activamente en la Cooperativa, diseñando todo un complejo industrial, incorporando equipamientos sociales y viviendas para sus trabajadores. También diseñó la enseña de la Cooperativa, con la figura de una abeja, símbolo de la laboriosidad.
Incluso para muchas personas del circulo sumamente conservador y católico de la Sagrada Familia, era sorprendente que Bocabella encargara la construcción del Templo a este personaje tan cercano a los círculos obreros, y es que claro, Gaudí era prácticamente el arquitecto de la Mataronense. Y, a esto le tenemos que sumar, que es en esta época también cuando Gaudí empieza una importante amistad, con el que sería su futuro mecenas, el empresario Eusebi Güell. Este señor era algo así como el Rockefeller catalán, el símbolo de la burguesía más poderosa y acaudala de la ciudad.
Todo esto era un poco extraño, Gaudí empezaba su carrera de arquitecto justamente moviéndose entre estos dos mundos: el de los obreros y los burgueses de la ciudad de Barcelona.
Como ya mencionamos en el artículo anterior, Gaudí logra poco a poco ganarse la confianza de Bocabella, culmina las obras de la cripta de la iglesia y empieza la planificación del edificio como tal. A partir de aquí, Gaudí se va a consolidar también como uno de los arquitectos más importantes y pretendidos de la ciudad. Pero mientras la carrera de Gaudí y su Iglesia iban viento en popa, Barcelona empieza a afrontar una década sumamente turbulenta.
De la ciudad de los prodigios a la ciudad de las bombas
Es a finales del siglo XIX cuando las problemáticas sociales que se veían arrastrando empiezan a estallar.
Desde el primer Congreso Obrero la situación política española será cada vez más volátil e inestable. Después del fracaso de la Primera República, los españoles estaban dispuestos a aceptar un retorno del gobierno Borbón, pero, en esta ocasión, se instaura un sistema de “turnos” en el que el control del gobierno se iba alternando, pero ojo, que esta alternancia era no entre gobiernos de izquierda y derechas, sino entre liberales y conservadores. Por lo tanto, los partidos que agrupaban al proletariado español estaban totalmente fuera del gobierno.
Era importante establecer este nuevo escenario político porque al final del siglo XIX es cuando algunos sectores, los más radicales del movimiento obrero, empiezan a demandar cada vez más protagonismo. Esta demanda va a llegar por vías un poco convencionales, ya que implementan una, llamémosla “táctica de propaganda” que se basaba en el supuesto de que una acción determinada podía ser más efectiva, que cualquier otra cosa, a la hora de “despertar las energías rebeldes del pueblo”. Esta táctica, de la que estamos hablando, estaba siendo utilizada por militantes anarquistas en Europa, y será conocida posteriormente como La Propaganda por el Hecho.
Y nombramos a la Propaganda por el Hecho porque esta estrategia caló especialmente en la ciudad de Barcelona. Al final del siglo XIX, la ciudad estuvo sumida en una serie de atentados:
En 1893, en medio de un desfile militar, un anarquista atentó contra el general Martínez Campos, una de las figuras claves de la Restauración borbónica y representante del estado en Cataluña. El autor del atentado, Paulino Pallás, fue detenido en el acto, condenado a muerte y ejecutado dos semanas más tarde.
Este fusilamiento comportó, a su vez, un nuevo atentado, la represalia de otro anarquista llamado Santiago Salvador. Esta vez, el atentado tendría lugar en el corazón de la burguesía catalana: el Teatro del Liceu.
La noche en que se inauguraba la temporada de invierno y, con el aforo totalmente lleno, se convirtió en la oportunidad perfecta para que Santiago Salvador, lanzara dos bombas contra el público, provocando la muerte de 22 asistentes y numerosos heridos. La respuesta del gobierno no se hizo esperar, endureciendo las penas por este tipo de acciones. Un año después el anarquista fue capturado y ejecutado.
Pero, probablemente el atentado de mayor repercusión tuvo lugar en 1896. En esta ocasión, el presunto autor, Tomás Ascheri, hizo explotar una bomba durante la procesión del Corpus Cristi en la calle de Cambios Nuevos. El objetivo de este atentado era, aparentemente, la Iglesia católica, aunque al final murieron 12 personas, todas gente común y corriente que asistía a la procesión, elemento que generó muchas críticas en la ciudad.
Todos estos sucesos, entre muchos otros que no alcanzamos a nombrar, dieron fama internacional a Barcelona como La Ciudad de las Bombas. En la mayoría de estos atentados se utilizó un artefacto explosivo llamado Bomba Orsini, que tomaba el nombre de un italiano llamado Felice Orsini.
Dos años después del atentado del Liceu, Gaudí esculpió en el pórtico de la Virgen del Rosario, en la fachada del Nacimiento, una escultura que recordaba estos fatídicos sucesos. La escultura, llamada La Tentación del Hombre, retrata a un obrero anarquista recibiendo, por influencia de un ser diabólico, una bomba Orsini. Este pequeño detalle, que puede pasar muchas veces desapercibido, nos queda como recuerdo del tiempo concreto en el que la Iglesia se estaba construyendo y, cómo todos estos sucesos seguramente debieron calar de alguna manera la mente del arquitecto.
Barcelona la Rosa de Fuego
Entrando al siglo XX vamos a tener un periodo de calma aparente. Si bien, todas estas acciones pretendían la difusión de sus ideas y la concienciación del pueblo, los resultados obtenidos fueron justamente los contrarios. Primero, no fueron muy efectivos a la hora de ganar apoyos en la ciudad, y, por otro lado, la respuesta de las autoridades fue la puesta en marcha de más políticas de represión contra las asociaciones obreras. Después del atentado del Corpus Cristi tuvieron lugar los famosos procesos de Montjuïc momento en el que se arrestaron y ejecutaron a muchísimos anarquistas.
Toda esta represión que hizo que las bases de los movimientos obreros se retrajeran, ahora más que nunca, en la clandestinidad, mientras que los burgueses se refugiaron en sus negocios, reorientando sus inversiones ahora en el sector inmobiliario. De esta época son las famosas casas modernistas que quedaron repartidas por toda la ciudad de Barcelona y que hoy en día son uno de los atractivos turísticos más importantes.
Este periodo de calma, coincide justamente con el proceso de maduración de la obra de Gaudí. De esta época son sus obras más famosas, la Casa Batlló y La Casa Milá. Curiosamente, el esplendor de su carrera profesional coincide con un progresivo retraimiento de su figura pública. Sabemos que, en su edad más adulta, y por influencia de algunas amistades cercanas, Gaudí se refugia en una profunda religiosidad, que le conducirá paulatinamente a un misticismo católico. Pero tenemos que aclarar que no abandona nunca sus ideales obreros, lo que hizo fue sustituir la filantropía laicista por la caridad cristiana.
Pues fue justamente en este momento pletórico en la vida de Gaudi cuando tenemos un punto de inflexión en la ciudad, y por qué no, en la vida del arquitecto, que terminará con esta aparente calma. Nos referimos a los sucesos acontecidos en Barcelona, y otras ciudades de Cataluña, entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909, sucesos conocidos como la Semana Trágica.
Como se decía en esta época, “en Barcelona la revolución no se prepara porque está preparada siempre”. Pero, para entender esto de la Semana Trágica, primero tenemos que poner un poco de contexto.
A finales del siglo XIX España había perdido sus últimas colonias de ultramar, hablamos principalmente de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, por lo que España estaba buscando una mayor presencia en el norte de África, sobre la zona del norte de Marruecos.
No entraremos en todos los detalles, pero en estas últimas colonias se generan unos incidentes y el gobierno, presidido por Antonio Maura, toma la decisión de mandar milicias de reserva a Marruecos.
Debido a la legislación de reclutamiento vigente se permitía quedar exento de la incorporación al ejercito pagando una cantidad de dinero que solo estaba al alcance de la gente más adinerada. Por lo que al final el grueso de reservistas terminó siendo padres de familia de las clases obreras.
Esta cuestión de la guerra contra Marruecos se convirtió en el catalizador, la chispa, para una sublevación de una parte de la población que interpretó, está coyuntura, como una oportunidad para convertir las movilizaciones en una huelga revolucionaria.
Los sindicatos convocaron una huelga general bajo el lema “¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!”. A lo largo del primer día de jornada Barcelona quedó totalmente paralizada, se realizaron protestas, mítines y manifestaciones. En la ciudad se empezaron a construir también barricadas y se cortaron las líneas de comunicación de la ciudad, tanto férreas como telefónicas, para dejar a la ciudad aislada.
Para el segundo día, la movilización se estaba transformando en una insurrección, aunque ningún dirigente político u obrero quiso asumir la dirección de la misma. La huelga no se logró articular con un objetivo claro, por lo que la violencia desatada en la ciudad, se termina dirigiendo en contra de las iglesias y las propiedades eclesiásticas, las cuales no estaban protegidas. No olvidemos, como vimos en el artículo anterior, desde muchos sectores la iglesia era vista como protectora del régimen establecido. Por lo tanto, debía ser destruida.
Durante la Semana Trágica Barcelona ardió en llamas. Se quemaron más de 60 edificios religiosos, entre iglesias y conventos, se asesinaron a sacerdotes, e incluso, en un momento de éxtasis anticlerical, se profanaron cadáveres de monjas de clausura las cuales fueron exhibidas en danzas macabras por las calles, para luego ser abandonadas frente a las casas de algunos burgueses.
Lo extraño de todo esto, fue que durante la Semana Trágica el templo de la Sagrada Familia quedara totalmente intacto. No se sabe muy bien cuál fue el motivo por el cual a la iglesia no le pasó nada, pero una persona que no quedó intacta fue Gaudí, según la mayoría de biógrafos de Gaudí, el suceso obsesionaría al arquitecto por muchos años. Y es que claro, en este punto de nuestro relato, Gaudí era una persona sumamente católica y estaba, entre otras cosas, construyendo la que sería la Iglesia más grande de la ciudad.
De hecho, Gaudí termina la construcción de la Casa Milá (La pedrera) el mismo año de la Semana Trágica, y será esta la última obra civil en la que va a trabajar. A partir de este suceso, el arquitecto se dedicó exclusivamente a la Sagrada Familia, sus últimos 17 años de vida.
De estos últimos años, se dice que se convierte en una persona incluso más retraída, que toma votos de pobreza, incluso se va a vivir al interior de la Sagrada Familia, donde tenía su taller, su casa y su obra maestra. Sabemos que trabajaba jornadas muy largas, porque su intención era dejar todos los planos, documentos y maquetas, en fin, toda la información suficiente para que las siguientes generaciones continuaran su obra.
Muerte de la Sagrada Familia
El 7 de junio de 1926, después de terminar una jornada de trabajo, Gaudí se dirigía a la iglesia de San Felipe Neri pero al pasar por la Gran Vía de las Cortes Catalanas, fue atropellado por un tranvía.
Antonio Gaudí muere con 74 años en 1926. En la ciudad, el entierro va a ser lo más parecido a un funeral de estado. Se realizó una especie de procesión para conducir su cuerpo hasta la iglesia donde finalmente fue enterrado. Buena parte de los barceloneses salieron a la calle para dar el último adiós a Gaudí, el arquitecto más universal que la ciudad había visto.
A pesar de la súbita muerte del arquitecto, Gaudí había dejado toda la información necesaria para culminar el templo. El problema fue que esta misión por continuar la obra de no pudo llegar en peor momento.
En 1936, durante alzamiento militar que va desencadenar el inicio de la Guerra Civil, el gobierno de Barcelona dio la orden de armar a las milicias que se mantuvieron fieles a la Republica. Fue en medio de esta coyuntura que se vuelve a vivir una nueva jornada de quema de iglesias en la ciudad.
En esta ocasión la Sagrada Familia no quedaría intacta. Un grupo anarquista entró al templo, incendiando la cripta y el edificio de las escuelas, construido con el propósito de escolarizar a niños del barrio y a los hijos de los trabajadores del templo.
Posteriormente, los anarquistas recorrieron los talleres de Gaudí, destruyendo a su paso, planos, dibujos y, algunas de las maquetas, en las que Gaudí había trabajado durante más de 40 años.
Fue justamente por este motivo que a partir de esta década las obras de la Iglesia estuvieron totalmente detenidas. El solar quedo durante muchos años abandonado y a la merced del deterioro, mientras que la sociedad española entraba en uno de los capítulos más difíciles de su historia, la Guerra Civil.
En 1956 se inicia, entonces, la construcción de la fachada de La Pasión. Según las explicaciones que Gaudí había dejado en vida, esta fachada debía ser mucho más austera, llegando a tener un aspecto incluso tenebroso, donde la desnudez de la piedra semejase un esqueleto reducido a las líneas de sus huesos. Dijo estar dispuesto a sacrificar la propia construcción, a romper arcos o cortar columnas, con tal de representar el sufrimiento de Jesús durante su crucifixión. Fue al inicio de la Guerra Civil Española que la Sagrada Familia tuvo que experimentar su propio calvario. Debido a las secuelas de la guerra, la destrucción y a la muerte que había llegado con ella, la construcción del templo estuvo detenida por casi 3 décadas. Esta fachada sería entonces la representación de todos los sacrificios que preceden a la redención, la Gloria.