La Manzana de la Discordia: rivalidad arquitectónica en el corazón de Barcelona
Si caminas por el Paseo de Gracia de Barcelona, es probable que te detengas frente a un tramo de edificios que parecen competir entre sí por tu atención. Fachadas ondulantes, detalles florales, mosaicos coloridos, columnas retorcidas… Bienvenido a la Manzana de la Discordia, uno de los rincones más fotografiados de la ciudad.
Pero este conjunto de casas no solo es atractivo por su belleza arquitectónica, sino también por su historia de rivalidades, tanto estéticas como simbólicas.
¿Sabías que su nombre tiene origen en un episodio de la mitología griega? ¿Y que detrás de sus muros se esconde una batalla silenciosa entre propietarios y arquitectos por tener la casa más espectacular del Eixample?
En esta entrada te contamos cómo surgió este apodo, quiénes participaron en esta “competencia divina” y por qué sigue siendo una de las esquinas más emblemáticas del modernismo catalán.

El origen mitológico del nombre
El término “Manzana de la Discordia” proviene de un episodio bien conocido de la mitología griega. Todo empezó con una boda: la de Peleo y Tetis, padres del héroe Aquiles. Todos los dioses fueron invitados… excepto Eris, la diosa de la discordia.
Ofendida por el desaire, Eris decidió vengarse y lanzó una manzana dorada al banquete con una inscripción que decía: “Para la más bella”. Tres diosas reclamaron el título: Hera, Atenea y Afrodita. Como no se ponían de acuerdo, Zeus delegó la decisión en un mortal: Paris, príncipe de Troya.
Cada diosa intentó sobornarlo. Hera le prometió poder, Atenea sabiduría y Afrodita el amor de la mujer más bella del mundo: Helena de Esparta. Paris eligió a Afrodita, lo que acabaría desencadenando —como bien sabemos— la Guerra de Troya. Todo por una manzana.
En el caso barcelonés, la “manzana” no es una fruta sino una manzana urbana —la cuadra o bloque delimitado por cuatro calles— donde tres edificios parecen estar también en plena competición estética.

¿Dónde está la Manzana de la Discordia?
La Manzana de la Discordia se encuentra en el Paseo de Gracia, entre las calles Aragó y Consell de Cent, en pleno corazón del Eixample barcelonés.
En ese tramo se concentran tres de las obras más importantes del modernismo catalán, cada una firmada por un arquitecto de renombre y diseñada para un cliente de la alta burguesía de la época:
- Casa Amatller (Josep Puig i Cadafalch)
- Casa Batlló (Antoni Gaudí)
- Casa Lleó Morera (Lluís Domènech i Montaner)
El contraste de estilos, materiales y soluciones decorativas es tan marcado que parece que los edificios estuvieran compitiendo entre sí, como si cada uno quisiera demostrar ser más moderno, más sofisticado o más espectacular que el de al lado.
Las tres “diosas” del modernismo
Casa Amatller
Diseñada por Puig i Cadafalch en 1898 para el industrial chocolatero Antoni Amatller, combina elementos góticos y flamencos con un toque modernista. Su fachada recuerda a una casa señorial del norte de Europa, con una coronación escalonada que la distingue del resto. Destacan también los vitrales, los mosaicos y las esculturas alegóricas que adornan la entrada.
Casa Batlló
Seguramente la más famosa del trío. Gaudí reformó este edificio entre 1904 y 1906 para Josep Batlló, un empresario textil que quería una casa única. Gaudí no decepcionó: creó una fachada ondulante, decorada con trencadís (fragmentos cerámicos), balcones que parecen máscaras y una cubierta que se asemeja al lomo de un dragón. Para muchos, esta casa representa el apogeo del modernismo orgánico y simbólico.
Casa Lleó Morera
Obra de Domènech i Montaner, fue renovada en 1902 para la familia Lleó Morera. Es la más ornamentada de las tres, con un uso exuberante de mosaicos, esculturas, vidrieras y columnas. Su estilo es más clásico, pero a la vez detallista y sofisticado, lo que la convierte en una joya del modernismo más decorativo. Cada casa representa una visión distinta del modernismo. Una apuesta por el historicismo, otra por la naturaleza y el simbolismo, y una tercera por el lujo y la artesanía.
Competencia entre arquitectos… y entre propietarios
A comienzos del siglo XX, el Paseo de Gracia era el epicentro de la burguesía barcelonesa. Tener una casa en esta avenida no solo significaba estatus, sino también una declaración de poder y gusto artístico.
Los propietarios no querían simplemente una vivienda, sino un emblema que reflejara su riqueza, su visión del mundo… y su capacidad de rodearse de los arquitectos más famosos de la época.
La competencia entre estas casas era, por tanto, tanto personal como artística. Cada encargo era una oportunidad para superar al vecino y dejar huella en la ciudad. De ahí que el contraste entre las tres casas sea tan marcado. Como en el mito de Eris, cada uno quería quedarse con la manzana dorada.
¿Y tú, a quién le darías la manzana?
La Manzana de la Discordia es mucho más que una curiosidad arquitectónica. Es el reflejo de una época en la que Barcelona quería ser moderna, cosmopolita y culturalmente poderosa. Una época en la que los edificios eran discursos, y cada fachada hablaba de ambiciones personales, rivalidades artísticas y transformación urbana.
El apodo de “Manzana de la Discordia” no es oficial, pero ha calado hondo en la cultura popular barcelonesa. Es una forma divertida —y algo irónica— de hablar de la rivalidad entre estilos que se da en un mismo espacio urbano. Y aunque Gaudí suele llevarse la mayoría de los elogios, muchos expertos valoran especialmente la coherencia de la Casa Lleó Morera o la elegancia sobria de la Casa Amatller.
En el fondo, esta manzana no tiene un solo ganador. Cada edificio tiene su propio lenguaje, su propia historia y su forma de dialogar con la ciudad.

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