Santa María del Pi: historia y leyenda de una iglesia medieval de Barcelona

En pleno corazón del barrio Gótico de Barcelona, entre calles estrechas que guardan siglos de historia, se levanta la iglesia de Santa María del Pi. No es la más conocida de la ciudad —ese lugar lo ocupa la Catedral— ni tampoco la más fotografiada —quizá la rivalice Santa María del Mar—, pero lo que hace única a esta iglesia son las leyendas que la envuelven. Su historia está marcada por terremotos, guerras, incendios y, según la tradición popular, incluso por un pacto con el diablo. 

Hoy vamos a recorrer sus orígenes, su arquitectura y, sobre todo, los secretos de su campanario, que durante siglos fue el edificio más alto de Barcelona y que todavía hoy despierta la curiosidad de visitantes y locales.

Santa Maria del Pi (Barcelona). Fotografía de Valugi (CC BY 3.0), vía Wikimedia Commons.

El origen del nombre: la Virgen y el pino

El nombre de la iglesia siempre genera preguntas a quienes no hablan catalán. ¿Qué significa “Pi”? ¿Es un número? ¿Un nombre propio? La respuesta es más sencilla: “pi” significa pino en catalán, de modo que el templo está dedicado a “Santa María del Pino”. 

¿Y por qué un pino? Aquí entra en juego la leyenda. Se cuenta que, tras la invasión musulmana de la ciudad en el siglo VIII, un marinero halló una imagen de la Virgen en la copa de un pino que crecía justo en esta zona. En memoria de ese hallazgo milagroso, el templo recibió el nombre con el que lo conocemos hoy. 

Aún hoy, junto a la iglesia, se alza un pino que recuerda aquel episodio. No es el original, claro está: a lo largo de los siglos ha sido replantado en varias ocasiones. 

Más allá de la leyenda, hay un trasfondo simbólico. En la tradición cristiana, el pino representa la vida eterna, porque sus ramas permanecen verdes todo el año. También es un árbol que sobresale en los bosques por su altura, asociado a la idea de elevar la mirada hacia el cielo.

Arxiu Municipal de Barcelona

De la capilla visigoda al templo gótico

La historia de Santa María del Pi no empieza en el siglo XIV, aunque ese sea el momento en que adopta su forma actual. Antes hubo, al menos, dos construcciones previas. 

  • Siglo V: se cree que en este mismo lugar existió una pequeña capilla visigoda. Sin embargo, no se han encontrado restos arqueológicos que lo confirmen, ya que la zona nunca ha sido excavada. 
  • Siglo X: los primeros documentos mencionan una iglesia románica en este emplazamiento. De ella sobreviven algunos capiteles que todavía se pueden ver en las puertas laterales del templo. 

Finalmente, en 1322 comenzó la construcción de la gran iglesia gótica, impulsada en tiempos de Jaume II (a menudo confundido con Jaume I, pero cronológicamente corresponde al segundo). Como ocurrió con muchas obras medievales, la construcción se prolongó durante décadas. La Peste Negra de 1348 paralizó las obras durante años, y no fue hasta 1391 cuando se colocó la última piedra. 

El resultado fue un templo imponente, que se convirtió en uno de los mejores ejemplos del gótico catalán.

Rosetón de la iglesia de Santa Maria del Pi (Barcelona). Fotografía de José Luiz Bernardes Ribeiro (CC BY-SA 3.0), vía Wikimedia Commons.

El gótico catalán: sobriedad y amplitud

Santa María del Pi es una iglesia que resume las características del gótico mediterráneo: líneas más horizontales, contrafuertes en lugar de arbotantes, torres octogonales y una fachada austera, sin la exuberancia que encontramos en el gótico francés. 

Sin embargo, al entrar, la impresión cambia por completo. El interior está compuesto por una sola nave de enormes dimensiones, cubierta por una bóveda de crucería y rodeada de capillas laterales. La amplitud del espacio y la entrada de la luz crean una sensación de verticalidad que sorprende tras la sobriedad exterior. 

Uno de los elementos más destacados es su rosetón, de 10 metros de diámetro, el más grande de Cataluña. El original, del siglo XIV, se perdió en 1936, durante la Guerra Civil, cuando la iglesia fue incendiada. La explosión del rosetón fue devastadora, pero pudo ser reconstruido gracias a los dibujos que el arquitecto modernista Josep Maria Jujol —colaborador de Gaudí— había encargado a sus alumnos unos años antes. 

A lo largo de los siglos, el templo ha sufrido varias catástrofes: un terremoto en 1428, los asedios de la Guerra de Sucesión en 1714 y, por último, el incendio de la Guerra Civil. Cada uno de estos episodios dejó cicatrices, pero también testimonios de la capacidad de la ciudad para recuperar su patrimonio.

El campanario y la leyenda del diablo

Si hay un elemento que hace famosa a Santa María del Pi, es su campanario. Con 54 metros de altura y una base octogonal de 12 metros de diámetro, fue durante siglos la construcción más alta de Barcelona. En la Edad Media, cuando la ciudad aún no tenía edificios elevados, debía parecer un auténtico rascacielos. 

La tradición cuenta que levantar semejante torre fue tan difícil que parecía imposible lograrlo sin ayuda sobrenatural. Los primeros intentos de construcción siempre terminaban en derrumbe. Los arquitectos probaban distintas soluciones, pero el campanario se desplomaba una y otra vez. 

Desesperado, el último maestro de obras —identificado en la leyenda como Bartomeu Mas— hizo un pacto con el diablo: Lucifer lo ayudaría a completar el campanario a cambio de su alma. El trato tenía una condición: el intercambio se realizaría cuando la escalera de caracol alcanzara el escalón número 100. 

Las obras avanzaron con una rapidez sorprendente. El campanario se alzó firme y sólido, y todo parecía indicar que el demonio había cumplido su parte. Pero el arquitecto fue astuto: dedicó el resto de su vida a trabajar en la torre, asegurándose de no sobrepasar nunca el fatídico escalón. Murió sin completar la escalera, y fueron otros quienes terminaron los 166 peldaños restantes. 

Al descubrir el engaño, el diablo enfureció y dejó una marca en el escalón número 100, maldiciendo el campanario. Durante siglos se creyó que esa huella era visible, y multitudes de fieles acudían para contemplarla. La afluencia era tal que los sacerdotes decidieron destruir el escalón, hartos de que la gente se interesara más por la señal del demonio que por la Virgen del Pi.

El papa Silvestre II y el diablo. Miniatura del Chronicon pontificum et imperatorum, ca. 1460 (Biblioteca Palatina de Heidelberg). Vía Wikimedia Commons.

Una tradición de pactos diabólicos

La leyenda del campanario no es única. En Europa abundan las historias de edificios terminados gracias a pactos satánicos. En la catedral de Múnich, por ejemplo, todavía se muestra una supuesta huella del diablo en el suelo. En Quito, la iglesia de San Francisco también se vincula a un acuerdo con Lucifer, aunque en este caso el engaño consistió en dejar la obra técnicamente inacabada. 

Estos relatos respondían a una mentalidad medieval que veía en los grandes logros arquitectónicos algo casi imposible de explicar sin intervención sobrenatural. Un campanario de 54 metros en la Barcelona del siglo XIV era tan sorprendente que, para muchos, solo podía haberse construido con ayuda del diablo. 

Al mismo tiempo, estas leyendas se relacionan con una tradición más amplia: la de los hombres que venden su alma a cambio de conocimiento o poder. Desde el músico Niccolò Paganini hasta el bluesman Robert Johnson, pasando por el mito de Fausto, la historia repite el mismo esquema: el talento o el saber se consiguen a un precio demasiado alto, y la moraleja es que el fin nunca justifica los medios.

La iglesia de Santa María del Pi resume a la perfección lo que significa pasear por el barrio Gótico: caminar entre historia y leyenda, entre lo documentado y lo imaginado. Su campanario nos habla de los límites de la arquitectura medieval, pero también de la fascinación humana por lo inexplicable.

Arxiu Municipal de Barcelona

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