La homosexualidad en la Barcelona romana: el secreto del Rapto de Ganimedes
Barcelona esconde secretos bajo sus calles, y algunos de ellos nos obligan a mirar la historia desde un ángulo inesperado. En el subsuelo del barrio Gótico, muy cerca de la actual calle Avinyó, se encontró una pintura romana que representa una escena mitológica sorprendente: el Rapto de Ganimedes. Lejos de ser una simple decoración, esta obra abre la puerta a un tema poco explorado: la homosexualidad en la Barcelona romana.
En este artículo vamos a recorrer la historia de esa domus, entender qué significaba esta representación en la Antigüedad y descubrir cómo vivían los romanos las relaciones entre personas del mismo sexo. Un viaje que nos muestra que, aunque los conceptos actuales no existían, el deseo y el amor siempre han formado parte de la historia humana.

Las domus romanas de Barcino: lujo y poder
En la antigua Barcino, una colonia fundada en época de Augusto hacia el año 15 a. C., no todas las viviendas eran iguales. La mayoría de la población vivía en insulae, bloques de apartamentos modestos y muchas veces hacinados. En cambio, los más ricos habitaban en domus, casas lujosas, amplias y llenas de luz, que servían tanto para vivir como para mostrar estatus.
A pesar de ser una ciudad pequeña, Barcino era próspera y en ella se han identificado varias domus. Hoy en día se conservan dos en buen estado: la de Sant Honorat (carrer de la Fruita, 2) y la de Avinyó (carrer Avinyó, 15). Fue precisamente en esta última donde, en 2004, durante unas obras municipales, salió a la luz un hallazgo excepcional: pinturas murales con escenas mitológicas, entre ellas el Rapto de Ganimedes.
La casa, probablemente propiedad de un tal Licinio Segundo —nombre hallado en una de las inscripciones—, nos habla de un ciudadano adinerado, con buen gusto y deseo de mostrar refinamiento cultural. Sus paredes estaban decoradas con escenas que remitían a la mitología clásica, siguiendo un estilo muy similar al pompeyano del siglo IV, poco documentado en la Barcelona romana.

El Rapto de Ganimedes: mito y deseo
El Rapto de Ganimedes es un mito griego cargado de simbolismo. Ganimedes era un joven príncipe troyano de gran belleza. Zeus, prendado de él, se transformó en un águila y lo llevó al Olimpo, donde se convirtió en su amante y en copero de los dioses.
La historia, narrada en la mitología griega y adoptada después por Roma, se convirtió en un motivo recurrente en el arte clásico. La belleza juvenil de Ganimedes y su relación con Zeus se interpretaron durante siglos como un ejemplo de amor homosexual masculino.
Lo curioso es que esta imagen no se limitó a la Antigüedad: en el Renacimiento y el Barroco volvió a representarse, aunque con cambios. Por ejemplo, en un famoso cuadro de Rembrandt, Ganimedes aparece como un niño en apuros, lo que convierte la escena más en una advertencia moral que en una exaltación del deseo. Sin embargo, en el mundo romano, la escena estaba ligada a los banquetes masculinos y al universo erótico de las élites.
Que un ciudadano barcelonés de los siglos I–IV d. C. eligiera esta decoración para su propia casa nos habla de una cierta aceptación social del tema. Quizá no podamos afirmar que Licinio Segundo fuera homosexual, pero sí que se identificaba con este universo cultural y no temía exhibirlo.

Homosexualidad en la Antigua Roma: más compleja de lo que parece
Hablar de homosexualidad en la Roma antigua es complicado, porque los romanos no tenían una palabra equivalente a la nuestra. Ni “heterosexual” ni “homosexual” existían como categorías. Lo que importaba no era tanto la orientación sexual, sino el rol que se desempeñaba en la relación.
La Lex Scantinia, promulgada en el 149 a. C., castigaba las prácticas sexuales consideradas “inmorales”, pero su aplicación era muy limitada: afectaba solo a los ciudadanos libres y, dentro de las relaciones homosexuales, penalizaba únicamente al que adoptaba la posición pasiva. Para un hombre de élite, ocupar ese rol se percibía como una humillación y una pérdida de estatus.
En cambio, el mismo ciudadano podía mantener relaciones con esclavos, libertos o no ciudadanos sin que esto se considerara reprochable… siempre que él fuese el activo. Así, lo que estaba en juego no era el deseo en sí, sino la jerarquía y el poder.
Esto explica por qué, a pesar de la ley, tenemos numerosos testimonios de emperadores que mantuvieron relaciones con hombres: Adriano y Antínoo, Nerón, o incluso Heliogábalo. El caso de Julio César fue utilizado por sus enemigos políticos, quienes lo llamaban irónicamente “el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres”.
En definitiva, lo que hoy llamaríamos homosexualidad existía en Roma, pero su percepción estaba mediada por el estatus social y el poder político, no por categorías de identidad como las actuales.
Grecia y Roma: similitudes y diferencias
El mito de Ganimedes nos obliga a mirar también hacia Grecia, donde las relaciones entre hombres adultos y jóvenes eran frecuentes. Allí, el adulto desempeñaba un papel de mentor, educador y amante del adolescente, hasta que este alcanzaba la madurez.
En Roma, aunque existieron relaciones similares, el modelo no se asumió de la misma manera. La sociedad romana era más conservadora en la época republicana, pero durante el Imperio se volvió más cosmopolita y tolerante. Así, lo que en Grecia se justificaba como parte de la educación, en Roma estaba más ligado a los códigos de poder, dominio y prestigio.
El mito de Ganimedes, en este sentido, servía como un recordatorio de que incluso los dioses podían enamorarse de la belleza masculina. Decorar una casa con esa imagen era una forma de inscribirse en esa tradición cultural.
La homosexualidad en la Barcelona romana
Volviendo a Barcino, la presencia de esta pintura nos muestra que las élites locales no eran ajenas a las tendencias del Imperio. Escoger el Rapto de Ganimedes como tema decorativo era una declaración estética y quizá también ideológica.
No podemos afirmar que el dueño de la casa fuera homosexual, pero sí que aceptaba que en su espacio íntimo conviviera un mito asociado al deseo masculino. Además, el hallazgo confirma que en Barcelona circulaban modas artísticas refinadas, comparables a las de otras ciudades del Imperio.
Hoy, el conjunto de la domus de Avinyó se considera uno de los testimonios más importantes de la pintura mural romana en Hispania. Su valor no solo es artístico, sino también social, porque nos permite asomarnos a cómo pensaban y qué imaginaban las élites barcelonesas hace casi 2.000 años.
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