Casa Vicens: la primera obra de Gaudí y el eterno problema de la vivienda en Barcelona
Barcelona es una ciudad que, además de sus playas, museos y vida nocturna, atrae por algo muy peculiar: la visita a casas privadas. Y no hablamos de cualquier casa, sino de auténticas joyas arquitectónicas del modernismo. Desde la Casa Batlló hasta la Casa Milà, miles de turistas pagan entradas cada año para recorrer lo que un día fueron hogares de la burguesía catalana. Paradójicamente, en la Barcelona actual el gran drama no es visitar casas, sino encontrar una donde vivir.
Este contraste entre la fascinación por las residencias modernistas y la crisis de vivienda que golpea a la ciudad se entiende mejor si miramos hacia atrás. En este artículo vamos a recorrer la historia de la Casa Vicens, la primera gran obra de Antoni Gaudí, y a descubrir qué nos cuenta sobre cómo se entendía el hogar en la Barcelona de finales del siglo XIX.

Una casa diferente en el Gràcia del siglo XIX
La Casa Vicens fue diseñada por un joven Antoni Gaudí entre 1883 y 1885. Con apenas 30 años, recién graduado y con un currículum aún breve, recibió este encargo que marcaría el inicio de su carrera arquitectónica.
A diferencia de sus obras más conocidas, en la Casa Vicens Gaudí aún no había desarrollado su estilo curvilíneo y orgánico. La casa se caracteriza por líneas rectas, volúmenes sencillos y un lenguaje arquitectónico que mezcla modernismo y orientalismo, con claras influencias árabes, nazaríes e incluso japonesas. Su fachada combina piedra, madera, azulejos cerámicos y hierro forjado, en una paleta visual que la convierte en una de las viviendas más llamativas de Barcelona.
Un detalle muy conocido es que Gaudí incorporó motivos naturales en el diseño: durante la preparación del terreno, el arquitecto encontró flores amarillas que inspiraron la decoración cerámica, y una palmera que transformó en hierro forjado para la verja. Esta integración de la naturaleza, aunque aquí todavía es decorativa, anuncia la importancia que tendrá más adelante en su obra.

¿Quién fue Manuel Vicens?
El encargo vino de Manuel Vicens i Montaner, un personaje rodeado de cierta ambigüedad. Algunos lo describen como ceramista o fabricante de azulejos, aunque la mayoría de fuentes coinciden en que era corredor de bolsa. Sea como fuere, pertenecía a la élite económica de la Barcelona de su tiempo, capaz de permitirse una segunda residencia para escapar del calor estival.
La casa se ubicó en Gràcia, entonces un municipio independiente, conocido por su ambiente tranquilo y su cercanía a la ciudad. No era solo una residencia de verano: era un símbolo de estatus. Gaudí, siempre atento al confort, estudió cuidadosamente la luz y la ventilación para garantizar frescura, con la fachada principal orientada al jardín.

Un recorrido por la Casa Vicens
Entrar en la Casa Vicens es un viaje en el tiempo. La vivienda está organizada en varias plantas, con amplios espacios destinados a la vida social y privada.
- Planta noble: aquí se encontraba el comedor, pensado para recibir invitados distinguidos, con acceso a una tribuna que ofrecía vistas al jardín. El sonido del agua de una fuente aportaba frescor en verano, cuando no existían ventiladores ni aire acondicionado.
- El fumador: una sala reservada a los caballeros de la casa, donde se hablaba de negocios y política. Era el equivalente a nuestras reuniones virtuales actuales, pero con estilo y en persona.
- Habitaciones privadas: en la primera planta estaban los dormitorios del matrimonio y de su hija. Llama la atención que los esposos dormían en estancias separadas, conectadas entre sí. Cada habitación estaba decorada con motivos personalizados que reflejaban la identidad de su ocupante.
- El espacio femenino: Dolors Giralt, esposa de Vicens, tenía su propia estancia abovedada, un refugio íntimo para leer y recibir amigas.
- El baño: toda una rareza en la Barcelona de finales del XIX. Contaba con agua corriente y diferentes zonas para lavabo, vestidor y bañera. Solo esta última superaba en tamaño a muchos pisos actuales.
En su origen, la Casa Vicens disponía además de un extenso jardín, una cascada y una capilla dedicada a Santa Rita. Aunque muchos de estos elementos desaparecieron con el tiempo, la casa conserva su espíritu burgués y veraniego.
Barcelona, modernismo y la burguesía
¿Por qué en la Barcelona de finales del XIX surgieron estas casas tan llamativas? La respuesta no se limita al dinero.
La Revolución Industrial transformó la ciudad. Los comerciantes, empresarios y dueños de fábricas, es decir, la burguesía, se enriquecieron y comenzaron a ocupar un nuevo lugar en la sociedad. Por primera vez existía movilidad social: ya no hacía falta nacer noble para ascender. Sin embargo, a estos nuevos ricos les faltaba algo que la nobleza sí tenía: linajes y prestigio histórico.
Las casas modernistas fueron su manera de proclamarse en sociedad. Construir una residencia firmada por un arquitecto de prestigio era como dejar un legado de piedra. La Casa Vicens es un ejemplo perfecto: más allá de su función como vivienda, representaba la identidad y la ambición de una familia que quería ser recordada.

Gaudí y su visión del hogar
Más allá del lujo y el simbolismo social, la Casa Vicens también refleja una idea muy personal de Gaudí sobre lo que debía ser un hogar. En 1881 escribió un breve texto titulado La casa solariega, donde defendía que una vivienda debía ser la “pequeña nación” de la familia: un lugar que ofreciera independencia, identidad y arraigo.
Para él, vivir en una casa propia era como tener un país natal; mientras que la vivienda de alquiler era apenas un sitio de paso. Esta visión explica por qué Gaudí diseñaba espacios amplios, luminosos, ventilados y llenos de detalles que daban personalidad a cada rincón. La Casa Vicens, con su cuidado artesanal y su estrecho vínculo con la naturaleza, es un testimonio temprano de esa filosofía.
Hoy, la Casa Vicens se puede visitar como museo. Recorrer sus salas nos permite experimentar, aunque sea por un rato, cómo entendía Gaudí la vida doméstica. También nos recuerda que, en aquella época, el hogar era símbolo de estabilidad y prestigio, muy lejos de los problemas actuales para acceder a una vivienda digna en Barcelona.

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