Historia del Raval de Barcelona: 5 lugares para entender el barrio más polémico de la ciudad
El Raval tiene fama de ser el peor barrio de Barcelona. Droga, violencia, robos, mafias… basta con escribir su nombre en Google para encontrar titulares que lo retratan casi como una película de terror urbano. Y sí, es cierto que es un barrio con problemas. Pero reducir el Raval solo a sus sombras es quedarse en la superficie.
Lo que pocos saben es que este lugar, hoy tan estigmatizado, es también uno de los barrios más antiguos y con más historia de la ciudad. Aquí se cruzan siglos de transformaciones: tierras de cultivo, conventos, fábricas, hospitales, cabarets, tabernas y, más recientemente, museos y centros culturales. El Raval siempre ha sido un espacio de contrastes, donde lo marginal convive con lo creativo, y donde las cicatrices del pasado todavía marcan sus calles.
En esta entrada vamos a recorrer la historia del Raval de Barcelona a través de cinco lugares clave. Cada uno de ellos nos habla de una etapa distinta que ha forjado la personalidad del barrio. La idea no es cambiar su mala fama, sino entender de dónde viene.

Sant Pau del Camp: el origen agrícola del Raval
Empezamos con una joya poco conocida: la iglesia de Sant Pau del Camp, considerada la más antigua de Barcelona. Construida en el siglo X, era parte de un monasterio benedictino levantado fuera de las murallas de la ciudad, en medio de huertos y campos. De ahí su nombre: “San Pablo del Campo”.
Este detalle nos da una primera clave: en sus inicios, el Raval era una zona rural, un espacio agrícola que alimentaba a la ciudad medieval. Incluso el propio término “Raval” proviene del árabe rabat, que significa “barrio exterior”.
Con el crecimiento de Barcelona en el siglo XIII, el rey Pedro el Ceremonioso mandó levantar una nueva muralla para integrar el Raval en la ciudad. El objetivo era convertirlo en una zona de expansión y reserva agrícola en tiempos de guerra. Sin embargo, la peste, las guerras y el desplazamiento del comercio al Atlántico frenaron estos planes. El resultado: un territorio casi despoblado, que poco a poco se llenó de conventos y hospitales.
Hoy, Sant Pau del Camp, con su arquitectura románica austera y su claustro sereno, sigue siendo un refugio de paz en medio del caos del barrio. Visitarla es viajar a los orígenes de este lugar.

El Hospital de la Santa Creu: tierra de conventos y marginados
El siguiente punto en nuestro recorrido es el Hospital de la Santa Creu, fundado en 1401 para unificar en un solo lugar los pequeños hospitales dispersos de la ciudad. En su momento fue una obra pionera del gótico civil y, durante cinco siglos, fue el hospital más grande de Barcelona.
Aquí murieron miles de personas, desde mendigos hasta personajes célebres como Antoni Gaudí. Pero el hospital era mucho más que un centro de salud: era el reflejo de cómo el Raval se convirtió, a partir del siglo XV, en un espacio destinado a quienes estaban al margen de la sociedad. Pobres, enfermos, huérfanos y mendigos encontraban refugio en los conventos y en instituciones como esta.
De hecho, llegaron a existir más de treinta órdenes religiosas en el barrio, todas con la misión de atender a los más vulnerables. Durante siglos, el Raval fue conocido como “tierra de conventos”.
Hoy el antiguo hospital alberga la Biblioteca de Catalunya y puede visitarse de forma gratuita. Pasear por sus patios es asomarse a una época en la que la asistencia social estaba en manos de la Iglesia y la caridad.

El Torno de los Niños Expósitos: pobreza y abandono en el siglo XIX
Con la llegada de la Revolución Industrial, el Raval dejó atrás su pasado conventual para convertirse en el corazón fabril de Barcelona. En el siglo XIX se levantaron aquí numerosas fábricas textiles que atrajeron a miles de obreros, muchos de ellos inmigrantes de otras partes de España.
Las condiciones eran durísimas: largas jornadas, sueldos miserables y viviendas hacinadas. En este contexto, muchas familias no podían mantener a sus hijos, y el abandono infantil se convirtió en un drama cotidiano.
En la calle de Ramelleres aún se conserva un testimonio conmovedor de esa época: el Torno de los Niños Expósitos. Era un cilindro giratorio en la pared de la Casa de la Misericordia donde las madres podían dejar a sus bebés de forma anónima. Al girar, el niño quedaba bajo el cuidado de las monjas de la Caridad.
El torno, hoy integrado en unas oficinas municipales, nos recuerda que el Raval siempre fue un barrio obrero y migrante. Los trabajadores del barrio no solo marcaron su fisonomía, también fueron parte esencial en la construcción de la Barcelona moderna que hoy conocemos y visitamos.

El Marsella y el “Barrio Chino”: bohemia y excesos en el siglo XX
A principios del siglo XX, cuando las fábricas se trasladaron a otras zonas, el Raval vivió una transformación radical. Las calles vacías fueron ocupadas por bares, cabarets y prostíbulos, dando lugar al famoso “Barrio Chino”.
El nombre no tiene que ver con la presencia de chinos, sino con la fama internacional de los “Chinatowns” como lugares de ocio, prostitución y drogas. En Barcelona, el Barrio Chino fue el epicentro de la vida nocturna entre los años 20 y 30.
Locales como La Criolla, Madame Petit o Villa Rosa atrajeron a marineros, bohemios, prostitutas, artistas y curiosos de toda Europa. Fue un espacio transgresor donde las normas sociales se diluían y donde surgió una auténtica cultura del exceso.
Hoy casi nada queda de aquel mundo, arrasado por la Guerra Civil y la dictadura. Pero todavía podemos entrar en el bar Marsella, fundado en 1820 y famoso por su absenta. Con sus paredes descascaradas y sus botellas polvorientas, es uno de los pocos lugares que mantienen vivo el espíritu del viejo Barrio Chino.

Del estigma a la cultura: el Raval contemporáneo
La fama de barrio marginal se consolidó a lo largo del siglo XX. Urbanistas lo llegaron a llamar “el cáncer de Barcelona” por la densidad y la insalubridad de sus viviendas. Los intentos de transformación no llegaron hasta los años ochenta y noventa, con los planes de rehabilitación ligados a los Juegos Olímpicos de 1992.
Entonces se demolieron manzanas enteras y se levantaron equipamientos culturales como el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo) o el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona). La idea era usar la cultura como motor de regeneración urbana y atraer a estudiantes, artistas y visitantes.
Hoy el Raval combina esa oferta cultural con sus problemas estructurales: desigualdad, gentrificación, migración continua y una fuerte carga simbólica como barrio “proscrito”. Pero precisamente por eso es un lugar fascinante: un barrio vivo, contradictorio y con más historia que muchos de sus críticos imaginan.
Si algún día te animas a recorrerlo, hazlo sin prejuicios. Entre calles estrechas, bares antiguos y edificios históricos, descubrirás que, bajo el caos, late una de las almas más auténticas y vibrantes de la ciudad.

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